dilluns, 26 de setembre del 2011

La fragilitat de la foscor...

Conten que es trobava sola davant d'aquell gran nombre d'ànimes que vagaven pels carrers foscos i estrets. Es creia la més poderosa, no hi veia caiguda possible davant el seu cim malèvol creat apartir del sofriment de la gent, els enganys de l'home, l'enveja de l'ens...
Es deia a ella mateixa que res podria ixir mal, res podria donar un gir de sobte i inesperadament...


Doncs es trobava ben equivocada...

dimarts, 20 de setembre del 2011

Cadéncia Final... (V)

Adagio Lamentoso
“Un hombre aislado se siente débil, y lo es.”


Declaración de Felipe Nuñez
 
“Pues ya llegó mi hora. Más pronto me hubiera apetecido a mi para no sufrir el mal que me corrompia por mi interior. Es triste pensar que tubiste en un tiempo pasado una persona y cuando menos te das cuenta de un dia a otro la pierdes. Después te das cuenta que no la aprovechaste demasiado. Cuando empiezas a notar el sentimiento de soledad te das cuenta tambien de que la vida, al igual que la fortuna de las coplas de Manrique y la antigüedad clásica, es ciega y no es participe de nadie. Aunque a veces injusta, nunca da ningún paso en vano. Nunca se equivoca. Las que nos equivocamos somos las personas que la portamos. Aveces, fruto de nuestra ambición y creyendo hacer lo justo, cogemos el camino equívoco.
Tengo que decir que me siento en deuda conmigo mismo. Dejé el alma de mi querida hija vagar sola por la gran aventura de la muerte por obsesión con una dichosa sinfonia. Lo pero de todo es que no me daba cuenta del daño que hacia a mis seres queridos y menos el que m hacia a mi mismo. Pues bien, la decisión esta tomada.
Pero antes de despedirme queria hablar de la sinfonia. La verdad no esperaba crear tal fruto de mi propia imaginación. Es verdad que cuando se está en la situación en al que yo me encontraba poco tiempo había para razonar. La música se podría decir que salía sin ningun problema de la cabeza y era reproducida en mi interior como si tuviera un orquesta interpretando al instante cada nota que yo escribia. Siempre me lo había dicho mi difunto maestro de composición que tenia un don innato en cuanto a la música mental.
Lo que no me daba cuenta esque quise concentrarme tanto y hacerla al parecer de mi hija que sin darme cuenta le fui proporcionando vida propia a la obra. Pero no una vida cualquiera, sino al vida de mi hija. Se la fui arrebatando poco a poco que escribia, por eso empezó a empeorar tanto desde que empecé a escribir la sinfonia. En el primer movimiento con mi Andante melancólico lo que le arrebaté fueron las ganas de luchar, de afrontar su destino.
Con el Allegro lo que hice fue que las más fuertes punzadas de dolor fueran a pararle directamente al corazón. Ese fue el punto culminante de su vida.
Luego con el Lento lo que sucedió fue que supe guardar su recuerdo y acabé de sellar la unión entre mi hija y la música. Y por esa parte estoy contento con el trabajo. No sólo he mantenido el recuerdo de la pequeña Lucia sino que también su alma.
Creo que no se pueden hacer más cosas en esta vida que esto, y aunque lo intentara no saldría nada parecido.
Así pues, os dejo sólo de herencia la cadencia final manuscrita de mi sinfonía décima. Lo demás de la sinfonia me lo llevo a la tumba con mis mayores secretos.
 
Coincidéncia será que era mi sinfonia número diez?…”




dissabte, 17 de setembre del 2011

Cadéncia Final... (IV)

Largo angustioso
“Muy sentida la muerte cuando el padre queda vivo”

Felipe abandonaba, muy a su pesar, la mansión y se mudaba a la gran ciudad a empezar una nueva vida sin su hija. El tiempo de aquella tarde de Octubre no acompañaba mucho. Igual que hacia un sol que deslumbraba hasta las gárgolas de la catedral, que llovia como si el cielo descargara toda su immensa furia. El piso donde se había mudado el triste Felipe se encontraba a las afueras de la ciudad. No quería notar con tanta brusquedad el gran cambio que suponía irse del campo a vivir en una urbe.
Ya, tras pasar unas semanas de acomodamiento, decidió salir a la calle en busca de alguna compañía orquestal interesada en interpretar la sinfonía que tanto le había costado y tanto dolor había guardado en su legado. Cada nota era una punzada en el corazón del compositor.
La eternidad se iba personalizando en los dias que pasaban. Poco a poco el mes de Noviembre también pasaba y ya se adentraba el año en su último més, Diciembre.
Al fin encontró una orquesta dispuesta a interpretarla, la estrenarian en el concierto de primavera de la ciudad. Felipe empezaba de nuevo a ver un rayo de luz en su vida después de tanta oscuridad . La muerte de su hija apenas le había dejado ganas de seguir adelante con su solitaria vida. Se olvidó por completo de buscar la cara positiva de las cosas. Paseaba solo por la calle. Apenas habia hecho amistad con nadie, solamente las personas que acostumbraba frecuentar cuando realizaba alguna compra que otra en la tienda de la esquina. Quitando de la amable mujer que atendía la tienda y del portero de la finca apenas mantenía relación con nadie.
El dia del estreno se aproximaba cada vez más, los nervios se iban apoderando del carácter tranquilo de Felipe e iban transformándolo en un ser cada vez más demacrado. Los huesos del ya enfermo compositor se iban debilitando cada vez más. Su rostro ya tornado esquelético podia dar a conocer el dolor de Felipe. Por las noches oía su sinfonia en sueños, en los cuales también aparecía su hija pero con el rostro tapado con un velo blanco.
“Aparecía en la sala de música de la mansión. Oía la melodía interpretada por el piano del andante de la sinfonía tocada por su hija. Este, se acercaba al lugar donde se hallaba la dulce niña. Él intentaba abrazarla pero era como si hubiera una pantalla de luz transparente entre los dos y no pudieran tener contacto alguno.
Ella le decía a su padre que no pasaba nada, que estaba perdonado. Aquel rompía a llorar en el sueño y empezaba a pedirle perdón a su hija. De repente todo el escenario cambiaba. Todu oscuro en un pasillo iluminado sólo por la luz de la luna que entraba por un pequeño ventanal a la derecha del hombre. La niña se encontraba al final del pasillo esta vez con un velo negro que le cubría de pies a cabeza. Él corría hacia ella pero la niña se alejaba elevada en el aire cada vez más. Aquel pasillo no tenia fin. Felipe corria y corria, pero nunca la alcanzaba. La desesperación se apoderaba de él como nunca antes. Mientras recorría el pasillo oia por todas partes la cadencia de violín del último movimiento de su sinfonia. Escuchaba también la ronca voz transformada de su hija como le culpaba de su muerte. Como le reprochaba el abandono que había sufrido por su parte mintras la sinfonía cobraba vida…”
Felipe se despertó de repente. No había caído en la cuenta pero el sueño que tubo con su hija le abrió los ojos y le hizo ver la gran verdad. La sinfonía le había eclipsado totalmente y le había hecho que apartara a su hija de sus pensamientos en los momentos más difíciles de su corta vida.
El dolor que le producía ese pensamiento le producía un sentimiento de impotencia. Si pudiera volver al pasado y corregir sus herrores…



dijous, 15 de setembre del 2011

Cadéncia Final... (III)

Lento Doloroso
“La perfección es muerte; la imperfección el arte”
 

Así se titularía el último y tercer movimiento de la sinfonia. El hecho que se venia venir desde hace tres meses había ocurrido ya. Hubo una noche en la que Felipe no oia a su hija quejarse. Fue a la mañana siguiente cuando el doctor llegó a la mansión y se dio cuenta del triste hecho. La pequeña lucia se encontraba extendida en el suelo de una esquina de la habitación bajo de la ventana. Según el estado de la habitación pudieron deducir que la niña intentó escapar por la ventana que daba al jardín del norte, su jardin. El jardín que su padre empezó a cultivar cuando se enteró de la noticia once años de la futura niña que tendrian él i su mujer Elena ,fallecida en el parto.
Todo este dolor que sentia le inspiró para realizar el último movimiento se su simfonia. Casi que la finalidad inicial iba desapareciendo. Felipe cada vez se encontraba más obsesionado con la perfección que estaba llegando a alcanzar su simfonia nº 10. Conocia la leyenda de los antiguos granes autores. Debido a su supersticiosidad creyó que la muerte de su hija estaba relacionada con al leyenda. Pero le parecía incoerente. Como podía pensar esas cosas? Cada vez la locura se tornaba en él mucho más intensa. Apenas comia, bebia y salía de su despacho. A todas horas estaba con la simfonia. Oia los pasajes orquestales en su cabeza a todas horas. Soñaba con ellos. Más bien esa obra se estaba convirtiendo, más que en un recuerdo de su hija, en una muestra de egocentrismo, afán de superioridad, que queria conseguir con esa obra.
Y así era. El tercer movimiento comenzaba con una marcha fúnebre. La marcha fúnebre más triste cualificada por algunos. Poco a poco se iban introduciendo unas harmonias tenues, pianisimas de modo que sin darte cuenta aparecen con una gran crescendo sin que te des cuenta. Todo el tema junto con las armonias llegaba a la cumbre en un calderón. Después de éste mismo se volvía a repetir la melodía de la marcha fúnebre, pero en esta ocasión, los violines, junto con las violas y el piano, realizaban un contrapunto digno de ser divinizado. Te trasladaba de la sala a las más oscuras sensaciones que jamás una persona podria imaginar. La locura del compositor se acabó de desatar en la cadencia final de la sinfonia. Una cadencia de violín de seis minutos digna de ser interpretada por un músico de la talla del gran maestro Niccolò Paganini: el violinista del diablo llamado en aquella época. Las controversias que realizaba para interpretar sus obras era perfecta. En la cadencia ni sobraba ni faltaba ninguna nota, ningún matiz piano ni forte.
Era simplemente perfecta.
Él ya nada podía hacer solo rezar para que el esfuerzo de la sinfonía diera su fruto.




dilluns, 12 de setembre del 2011

Cadéncia Final... (II)

Allegro dramático
“Cuando eres consciente de la muerte, acabas asumiendo tu propia soledad”

Los días pasaban en la mansión y Lucia empeoraba cada dia aun más. La esperanza de vivir se había desvanecido de la mente del compositor, el cual cada dia se encontraba más obsesionado con la sinfonia y dejaba poco a poco de lado a su hija.
La dejaba sola ante la muerte, desprotegida, desamparada sin apenas inmutarse por su estado de ánimo.
Todos los jueves por la mañana los visitaba el médico para comprobar el estado de Lucia. De vez en cuando le invitaban a comer debido a la lejanía a la que se encontraba el pueblo más cercano de la mansión. Cada semana que pasaba, el tiempo que duraba la revisión aumentaba más. Hacian falta más medicamentos, y más precauciones. El estado de cuarentena estaba cada vez más presente. La niña fue trasladada a la habitación más alejada del núcleo central de la casa debido a que cualquier contacto con ella (excepto el doctor y su padre) podria desencadenar la enfermedad por toda la casa a todo el personal del servicio.
Felipe mientras continuaba con su gran obra. El movimiento “Allegro” empezaba con unos golpes fuertes de timbal acompañados por contratiempos realizados por al sección grave de la orquesta. Los acordes que interpretavan eran de modo menor con acordes disminuidos intercalados, y también con alguna disonancia de segunda menor de vez en cuando.
La simfonia cobraba vida conforme la niña iba empeorando su estado. Apenas ya sonreia, su piel, blanca ya de por sí, se habia tornado más pálida aun. El doctor habia tomado la cruel decisión de dejarla ya que siguiera su ritmo de enfermedad y abandonar la medicación. Dejarla navegar ya en su desgraciada odisea hasta el fin de sus dias.
Aquella noche fue de las más duras que el compositor recordaría para el resto de su vida. El dolor se apoderaba de Lucia a pasos agigantados. Los chillidos de la niña llenaban todos los rincones de la mansión. La niña chillaba, lloraba, pataleaba contra las paredes. Parecia como si el propio demonio fuera apoderándose de su frágil alma.
Felipe no soportaba más el dolor que le producia oír a su hija, pero él no podia hacer nada, el doctor le habia prohibido ya cualquier contacto con la niña. Sólo se podia refugiar ahora en ese momento a escribir la situación en la que se encontraba.
Los violines harían unos cromatismos imitando los gritos de la niña, la desesperación que sentía en ese mismo instante. Los graves también imitarían los cromatismos de los violines pero en un registro muchisimo más grave simbolizando el descenso a la locura del autor delante de la impotencia que le creaba el no poder hacer nada ante el estado de su hija.
El arpa a medio movimiento con sus suaves y sugerentes arpegios de “sexta napolitana” de La m ará poco a poco acallar todas las voces de los instrumentos dejando de nuevo un diálogo entre la flauta y el chelo a modo de resposición del primer tema presentado en el movimiento inicial pero con pequeñas variaciones.
El movimiento acaba con una cadencia rota.



dijous, 8 de setembre del 2011

Cadéncia Final... (I)

“La décima sinfonía, la maldita llamada por algunos. Hace años vivía una leyenda entre la gente. Después de la muerte del gran Beethoven, coincidiendo con la finalización de su sinfonía número diez, la gente creía que su muerte había sido no sólo una casualidad. Al cabo del tiempo fueron sucediéndole en esta maldición otros grandes compositores tales como Dvórak, Bruckner o Schubert. No precisamente estos compositores anteriormente citados tuvieron porque morir en su décima sinfonía, es el caso de Schubert que murió al finalizar su sinfonía número siete. Hubo un compositor, no obstante, que quiso burlar esta leyenda y por consiguiente a la muerte. Tras finalizar su octava sinfonía, Mahler, por miedo y por superstición, tras componer su siguiente sinfonía quiso disfrazarla llamándola Canción de Tierra, (y no novena sinfonía como se tendría que haber llamado en un principio). Seguidamente, comenzó a escribir su décima sinfonía creyendo que se había ya librado de la muerte. Murió antes de acabar esta misma. Este hecho bastó para acabar de fortalecer esta leyenda.”

Andante Melancólico
 “Después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música” 

Él, para entonces, ya conocía el destino de su hija. No podía cambiarlo, lo sabia, pero podía hacer que aquel largo camino fuera más ameno, que la meta a la que se dirigía no fuera una muerte más, una lápida más que llenara la amplia colección de la dama negra. Quería mantener su espíritu. No lo tenia claro, como iba a hacerlo pero lo haría. Pasaba las noches en vela junto a la cama de su hija. No quería apartarse de ella ni un solo momento, quería enfrentarse junto su hija al destino que le esperaba, vivirlo de primera mano con ella. Todas las mañanas acostumbraba a poner una rosa blanca en un jarroncito de agua en la ventana más cercana a la cama de Lucia. Eran sus flores favoritas, toda la vida se había sentido atraída por ellas, por la fragilidad de sus pétalos y por el color blanco, el cual le transmitía paz y armonía. Lucia tenia apenas diez años, aun no había conocido mundo detrás de las montañas. Su piel era blanca, aunque rosada cuando sonreía, estornudaba o lloraba. De carácter amable e inocente. Le gustaba pasarse horas y horas columpiándose hasta que anocheciera. Decía siempre que cada vez que el vaivén llegaba a sus dos extremos tenia la sensación de tocar el cielo, acariciar las propias nubes. Por otra parte también le apasionaban los paisajes, pensaba siempre que eran como el lenguaje de la propia naturaleza, que cambiaba a su parecer. Si la tarde se pintaba de gris era de pura tristeza, si en cambio, el Sol brillaba con toda su esplendor, nos quería hacer llegar a todos su inmensa felicidad y compartirla con el último ser diminuto de su dominio. Los animales, otra cosa que siempre le habían causado gran expectación. Aquello de ver vida en otra cosa que no fuera forma humana, a su pequeña curiosidad interior, era una cosa que hasta le quitaba el sueño algunas noches. Pero si algo si que le gustaba con mucha locura desde siempre era la música. Desde bien pequeña su padre siempre le había criado con la música. Su padre era su maestro. Quería que su hija siguiera uno a uno sus pasos en la vida de la música, que sintiera hasta su última pulsación como si de un latido propio se tratara. Tal era su obsesión con su hija que sin darse cuenta la fue destrozando él mismo. No caía en la cuenta que sólo era una niña de apenas siete años, y que su corazón era débil. Tantas horas de estudio la iban haciendo cada vez más vulnerable a la vida. La locura causada por la enfermedad de su hija cada vez era mayor. Le daba rabia no poder hacer nada. Impotencia por no poder actuar y ver como poco a poco su hija se iba desvaneciendo en su esquelético y blanco cuerpo. El médico le pronosticó tres meses de vida. Tres meses, que era eso comparado con una vida entera que habría disfrutado de no ser por el egoísmo de un padre obsesionado con la música? Bajo la esperanza de que surgiera algún milagro decidió que mantendría el recuerdo de su hija en la música, la guardaría en su legado para siempre. Escribiría una sinfonía. La titularía “Canto de muerte en Lam”, empezaria con un andante melancólico, en el cual un duo entre la flauta y el chelo darian paso a una melodia triste, enigmática. Decidió empezar a escribir, pero no podia, no se encontraba inspirado. La preocupación que tenia por su hija era tan grande que ni la música era capaz de quitarle sus pensamientos de angustia. Probaria al siguiente dia empezar a ver si volvia su inspiración. Aquella noche apenas pudo dormir, un mismo sueño le repetía toda la noche. Escuchaba una melodia, la melodía de su obra, pero no podia diferenciar las notas, los instrumentos, los matices. Era como si todos sus conceptos sobre música se hubieran desvanecido de repente, en una noche. Ya de dia se puso a componer. El comienzo de la obra parecia bien, la melodía de la flauta incitaba recordar. Recordar aquellos momentos en los que la vida era feliz. Mientras que la del chelo (un contrapunto con cierto interés armónico), el cual quitaba de toda esperanza a la sugerencia de la flauta y daba fe al hecho de lo inevitable que era la muerte y lo inesperada que podía venirse. Seguidamente un ritmo interno de semicorcheas introducido por los violines empezaba a darle movimiento a la obra. El final de este movimiento acabaria con una nota diapasón suspendida en el aire culminada con un arpegio de La menor interpretado por el arpa y la celesta.